Agustinos


Agustinos


En un mundo de contrastes

Tu puedes ser uno de nosotros

Vivan en la casa unánimes

y tengan un solo corazón y una sola alma

orientados hacia Dios ( Regla I, 3)

Quiénes somos?

Somos una Orden fundada por la Iglesia, que hace presente y actual el ideal que Nuestro Padre San Agustín trasmitió a sus primeras comunidades que fundó. Estamos al servicio de las necesidades pastorales de la Iglesia. Con nuestra Consagración Religiosa somos en el mundo un signo escatológico del Reinado de Dios.

Vive nuestra

ESPIRITUALIDAD

desde sus cuatro pilares

Vive nuestra

ESPIRITUALIDAD

desde sus cuatro pilares

ASPECTO EVANGELICO Y ECLESIAL

BUSQUEDA DE DIOS E INTERIORIDAD

COMUNIÓN DE VIDA

SERVICIO A LA IGLESIA

NUESTRO CARISMA

Es la vida en común, en la cual todos los Hermanos, donándose a sí mismos, construyen el camino hacia Dios.

Nuestro Fin

Buscar y honrar a Dios, y trabajar al servicio de su pueblo.

Buscar y honrar a Dios, y trabajar al servicio de su pueblo.

AGUSTINOS

PROVINCIA DE SAN NICOLÁS DE TOLENTINO DE MICHOACÁN

AGUSTINOS

PROVINCIA DE SAN NICOLÁS DE TOLENTINO DE MICHOACÁN

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Espíritu de la Orden

Origen

Agustín, “miembro eminente del cuerpo de Señor”, en compañía de unos amigos, instituyó un tipo de vida religiosa inspirado en la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén. Este ideal de los siervos de Dios, constituido por ciencia, continencia y auténtica pobreza, proliferó especialmente por el norte de África, donde muchos Hermanos fueron llamados a desempeñar el ministerio pastoral en las comunidades cristianas..


Por eso nuestra Orden lo reconoce desde sus inicios como padre, maestro y guía espiritual, ya que de él recibe su Regla, nombre, doctrina y espiritualidad.

El Papa Inocencio IV, teniendo como fundamento la Regla de san Agustín, estableció unas normas según las cuales se pudieran unir y gobernar ciertos grupos de ermitaños que habitaban en la Toscana. De aquí surgió jurídicamente la Orden de Ermitaños de San Agustín, en el mes de marzo del año 1244.


Este primer núcleo creció y se consolidó con la agregación de otros grupos semejantes, que se fundieron en la Gran Unión, promovida por el Papa Alejandro IV, el 9 de abril de 1256.

El fundamento de la vida agustiniana es la vida en común, en la cual todos los Hermanos, donándose a sí mismos, construyen el camino hacia Dios mientras sirven a los demás, comunicándoles todos sus bienes y perfeccionándose a la vez.


Así se refleja el misterio Trinitario y eclesial en la vida de los Hermanos y éstos pregustan, ya en la tierra, lo que desean gozar finalmente en la casa del Padre

La fraternidad en la Orden debe manifestarse principalmente en que todos los Hermanos sean tratados de la misma manera, no admitiéndose ningún privilegio por razones sociales o económicas; por eso, así como todos están obligados a aportar a la comunidad todos sus bienes materiales y todas sus cualidades personales (cf. Hch 4,32.35).

ASPECTO EVANGÉLICO Y ECLESIAL

La norma fundamental de la vida religiosa es el seguimiento de Cristo, como aparece en el Evangelio, que nos impulsa al amor según nuestra personal consagración. Por eso, ante todo, amemos a Dios y luego al prójimo (cf. Mt 22,40), como Jesús mandó a sus discípulos y que es la ley suprema del Evangelio, a semejanza de la primitiva comunidad cristiana constituida bajo los santos apóstoles en Jerusalén (cf. Hch 2,42-47).

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Amar a Cristo es amar a la Iglesia, que es su cuerpo, madre de los cristianos, a la que se ha encomendado la verdad revelada. En la Iglesia “nos hemos convertido en Cristo. Pues si él es la cabeza, nosotros somos los miembros", “porque el Cristo total es la cabeza y el cuerpo”.

Somos, por tanto, testigos de la unión íntima con Dios y fermento de unidad para todo el género humano


BÚSQUEDA DE DIOS

BÚSQUEDA DE DIOS

Consciente o inconscientemente, tendemos de modo continuo e insaciable a Dios para gozar del bien infinito con que se sacie nuestro deseo de felicidad, porque nos hizo para Él y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Él. Así, nuestra principal dedicación común es buscar a Dios sin límites, ya que sin límites debe ser amado. Pero no podemos buscar juntos a Dios sino en Cristo Jesús, Verbo que se ha hecho carne por nosotros para hacerse camino, verdad y vida para nosotros, de modo que, comenzando por la carne visible, seamos llevados al Dios invisible.


INTERIORIDAD

A través del camino de la interioridad se adquiere el conocimiento y el amor de Dios y de él nos hacemos partícipes. Es, por tanto, necesario que nos volvamos siempre a nosotros mismos y, entrando en nuestro interior, pongamos todo el esfuerzo en perfeccionar el corazón para que, orando con deseo ininterrumpido, lleguemos a Dios: “No salgas fuera, retorna a ti mismo, en el hombre interior mora la verdad. Y si encontrares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete también a ti mismo... Tiende, por tanto, allí donde se enciende la misma luz de la razón”.

La luz del maestro interior ilumina entonces la realidad temporal y se hace posible la auténtica contemplación agustiniana, que descubre en el hombre la imagen de Dios, en la Iglesia al Cristo total, en la historia la esperanza de tornar a la paz de la patria.

COMUNIÓN DE VIDA

La comunidad es el eje en torno al cual gira la vida religiosa agustiniana: comunidad de Hermanos que viven unánimes en la casa, teniendo una sola alma y un solo corazón, buscando juntos a Dios y dispuestos al servicio de la Iglesia.


La comunidad es fruto de la caridad y se expresa en la amistad, que engendra y nutre la fidelidad, la confianza, la sinceridad y la mutua comprensión.



La comunidad agustiniana estima cuanto tiene valor y se lo ofrece a Cristo, de quien proceden todos los bienes y en quien se han de recapitular todas las cosas (cf. Ef 1,10).

La comunidad agustiniana está llamada a ser un signo profético en este mundo, de modo que su vida fraterna sea fuente de comunión y motivo de esperanza

SERVICIO A LA IGLESIA

Siguiendo las huellas de san Agustín, el amor a la Iglesia nos lleva a mostrarle una total disponibilidad para socorrerla en sus necesidades, aceptando con prontitud las tareas que nos pide, según el carisma de la Orden.




Estando abiertos al mundo, nos sentimos solidarios con toda la familia humana e implicados en sus avatares, atentos sobre todo a las necesidades de los pobres y de los que padecen gravísimos males, sabiendo que cuanto más estrechamente estemos unidos a Cristo, tanto más fecundo será nuestro apostolado

Carisma

Por su origen histórico, la Orden adquiere estos elementos esenciales, que constituyen su carisma: los principios fundamentales procedentes de la herencia monástica del Obispo de Hipona; las raíces eremíticas; los nexos peculiares provenientes de la intervención de la Sede Apostólica; la condición de Orden Mendicante. Estos elementos se fundieron tan estrechamente entre sí que constituyen la esencia misma de nuestra fraternidad apostólica.

Perteneciendo a las Órdenes Mendicantes, nuestra Orden tiene por ello unas características particulares: régimen bajo una sola cabeza, el Prior General, que es signo y vínculo de la unidad de la Orden; una disponibilidad de servicio, que no queda reducida por estrechas limitaciones, sino que está pronta a acudir a dondequiera que las necesidades de la Iglesia o de la Orden lo pidan; un cultivo del estudio orientado a la evangelización de la cultura actual; una forma de vida que sea testimonio de sobriedad y solidaridad.

FIN Y TESTIMONIO

El fin de la Orden consiste en que, unidos concordemente en fraternidad y amistad espiritual, busquemos y honremos a Dios, y trabajemos al servicio de su pueblo. De este modo, participamos en la obra de evangelización de la Iglesia, llevando la Buena Nueva “a todos los grupos humanos, para que, al transformarlos interiormente por su propia eficacia, haga nueva a la misma humanidad”. Éste es nuestro principal testimonio.



El nombre de nuestra fraternidad es Orden de San Agustín, que se puede abreviar adecuadamente con las siglas O.S.A. u OSA.

El escudo, que será nuestro símbolo, muestra un libro abierto, sobre el que se encuentra un corazón atravesado por el dardo de la caridad.

El hábito, signo de nuestra consagración, confeccionado de la forma acostumbrada, consta de túnica y capilla, de color blanco o negro, y que se ciñe con una correa de piel negra.


"Pocos santos se nos presentan tan cercanos, a pesar de la distancia de los años, como San Agustín. En sus obras podemos encontrar todas las cimas y profundidades de lo humano, todas las preguntas, pistas e indagaciones que todavía hoy nos conmueven. No con razón se le ha llamado el primer hombre moderno"

Joseph Ratzinger